Hay allá afuera una realidad que se nos escapa. Como mujeres lesbianas en España es posible que hayamos tenido que enfrentar situaciones de discriminación, quizás alguna agresión, quizás miedo, vergüenza, o quizás y de manera afortunada, nada de esto.
Pero hay países donde no es un insulto lo peor que puede llevarse una mujer lesbiana, no. Tortura, asesinato, cárcel.
Arabia Saudí es un país profundamente machista y misógino. Y si las mujeres están invisibilizadas y marginadas, imaginad una lesbiana.
Amal y Ebtisam llevan siete años juntas, tienen 24 años y, por primera vez en su vida, están comprobando lo que es vivir su amor lésbico sin miedo, poder ir de la mano en la calle o darse un beso en público. Porque Amal y Ebtisam ahora viven en Jerez de la Frontera.
Se conocieron en 2015 a través de una amiga en común y poco después comenzaron a salir. Su felicidad duró poco pues cuando sus familiares se enteraron de la relación fueron separadas e hicieron de su vida un infierno.
«Había una profesora del instituto que vigilaba las conductas y comportamientos de los estudiantes, como una policía, si actuaban de modo incorrecto, el director se lo comentaba a las familias. Ella dijo que nuestra conducta era demasiado homosexual para el colegio y llamó a nuestros padres», ha relatado.
Les dijeron «vuestras hijas están enfermas».
A Ebtisam su padre la mandó a Etiopía con su madre, quien la maltrataba, al igual que su hermano mayor. Castigos físicos y psicológicos que la hicieron odiarse a sí misma. A Amal le prohibieron volver al instituto e intentaron casarla con un primo.
A través de las redes sociales pidieron ayuda a una activista saharaui que ha ayudado a varias mujeres, Nasara. Esta activista contactó con el Ministerio de Igualdad y específicamente con la directora de derechos LGTB, Boti García Rodrigo, una de las míticas del activismo español.
Gracias a los descomunales esfuerzos Ebtisam y Amal ya están aquí.
Las jóvenes aún no han comenzado su nueva vida, se tienen que recuperar aún del trauma vivido. Han solicitado el asilo por orientación sexual, una protección que esperan que llegue cuanto antes.
«No queremos acabar con nuestra libertad, no queremos volver a un país homófobo. Ahora no nos sentimos en peligro», han asegurado Amal y Ebtisam, que recuerdan que como ellas hay muchas voces de niñas, de jóvenes, que están sufriendo por ser lesbianas en países donde es un delito serlo, donde la comunidad LGTBI «no piensa en un futuro sino en el día a día» por el temor con el que viven.

Fuente: Revista Oveja Rosa, Diario El Diverso.
En demasiados lugares, la vida es muy difícil para LGBTIQ+. En ocasiones la única soluci´on es huir y pedir asilo político. Para gestionar estos viajes hacen falta comunidades fuertes. Quienes no vivimos del modo en el que el sistema patriarcal esperaría, tenemos que ser más fuertes, y para ello tenemos que dejar atrás el individualismo exacerbado que ha marcado los últimos años. Debemos organizarnos mejor, al menos de un modo tan eficaz como aquel de la gente que se encuentra todos los fines de semana en sus diferentes templos. En torno a una nueva religión no dogmática, atea/agnóstica (o por lo menos no teísta), feminista, antirracista, ecologista y aliada de LGBTIQ+ lo estaríamos, y podríamos conseguir que se estableciesen comunidades de mujeres, hombres y personas de géneros no binarios en muchos lugares, autogestionadas y con fuertes relaciones de cuidados entre sus integrantes. En mi blog infinito5.home.blog escribo sobre ella
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